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Reflexión sobre la experiencia de regresar a trabajar durante la reactivación de los proyectos de construcción:

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Por: Nicolás Salazar R.

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La reactivación del sector de la construcción en medio de la cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno Nacional, trajo consigo una gran expectativa en los constructores y en todas las compañías del sector en el país, luego de una larga pausa que nos dejó más de 1 mes lejos de las obras. El 27 de abril, se dio inicio a la tan anhelada reactivación. El regresar a las obras y retomar nuestro sitio de trabajo era significativo, porque no solo era volver a salir de casa bajo unas condiciones nuevas y diferentes, sino que era volver para continuar construyendo país, con la firme convicción de aportar nuestro grano de arena para seguir adelante. El reto de poder contribuir para salir pronto de la crisis económica que nos trajo la pandemia y el confinamiento era desafiante, pero si algo nos ha caracterizado como constructores y a todas las personas que trabajan de nuestro lado, es la alegría, el optimismo y las ganas de trabajar que siempre nos acompañan.

Aquel que comentaba sobre las consecuencias que traería retomar las actividades productivas del sector durante la pandemia, se anticipó a establecer protocolos de bioseguridad, aún antes que el Gobierno Nacional anunciara que debían de cumplirse obligatoriamente para retomar labores. La anterior medida, junto a la inscripción de las obras en las páginas indicadas por el Ministerio de Vivienda e incluso por las Alcaldías Municipales, como la Alcaldía Bogotá, buscaban que el regreso al trabajo se realizara de forma controlada, como lo anunció la alcaldesa de la ciudad en la noche del 26 de abril.

Cumplir los requisitos de bioseguridad era solo el primer escalón para poder hacer efectivo el registro, se debía incluir el número de licencia de construcción, las características de las actividades que se desarrollaban en la obra y en las zonas circundantes (con la definición de su área en metros cuadrados), y otros aspectos que se debían enunciar sobre las áreas comunes y baños. De igual forma, se debía adjuntar el plan de movilidad de los trabajadores inscritos, junto a su información personal como lo eran sus direcciones de residencia, la forma en la que se desplazan, y también agregar, si convivían con menores de 18 años, adultos mayores y personas con morbilidades, entre otras características.

Teniendo en cuenta lo mencionado, la expectativa inicial de retomar labores el 27 de abril de 2020, se vio aplazada para los constructores de Bogotá, mientras lograban cumplir con los requisitos anunciados a última hora por el gobierno. A esto se le sumó, el tiempo promedio que tarda la Alcaldía para dar respuesta a las solicitudes radicadas, la cual si es rápida, demora mínimo 10 días, lo que se traduce en un duro golpe para todos los constructores y las empresas involucradas.

Paralelamente mientras transcurría la cuarentena, se ponían en marcha las estrategias, la planificación y los análisis de cada proyecto; además, se replanteaba el tiempo de las actividades programadas en el cronograma de obra, previendo el impacto que tendría la semana de adaptación a los protocolos de bioseguridad y el establecimiento de capacitaciones para el personal mediante simulacros basados en protocolos de higiene y salud; a esto, se le agregaba la posibilidad de que en el futuro se manifestaran (y manifiesten) nuevas condiciones en cuanto a los horarios de trabajo.

Es necesario empezar a considerar los nuevos tiempos que tomará finalizar y entregar una obra, debido a que ahora son mucho más largos los plazos de ejecución, como resultado de la obstaculización que ha significado la reducción de horas al día en las que es posible trabajar, y el congelamiento de las horas extras, dominicales y festivos.

Los proyectos y para el caso de análisis los de construcción, son el resultado de una sucesión de hechos predecesores, en donde los unos tienen un efecto positivo o negativo sobre los otros, en este caso podemos decir que, si el tiempo de ejecución aumenta, el presupuesto también aumenta y los gastos administrativos son mayores. Los costos por los protocolos de bioseguridad, más el tiempo que los proyectos y obras estuvieron suspendidos, se trasladarán a los clientes, patrocinadores y usuarios finales, convirtiéndolos en los principales afectados porque son ellos quienes asumirán los sobre costos del proyecto.

Finalmente y después de una larga espera, muchas compañías lograron reactivar sus obras, después de explorar diversas formas de hacerlo de acuerdo a su labor o especialidad dentro del sector, pues no todas las actividades requieren una licencia de construcción. Es necesario destacar la ausencia de asesoría por parte de los entes gubernamentales, la cual ha sido nula e ineficiente para facilitar el regreso al trabajo, convirtiéndose en un obstáculo más que se logró superar por medio de la exploración, y métodos de prueba y error, con el fin de retomar la normalidad laboral.

En conclusión, las ganas de regresar al trabajo se convirtieron en los motores que nos permitieron retomar la nueva normalidad laboral, emplear las buenas prácticas en cuanto a la dirección de proyectos, poner en marcha la planificación y las estrategias plateadas durante la cuarentena, y sobre todo, poner en marcha las construcciones que habían quedado en pausa, en tanto se implementaban todos los protocolos de bioseguridad establecidos.

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